Nos propusimos imaginar un teatro que sucediera a la luz del mediodía, que pudiera mirar hacia afuera y conviniera, así, en tiempo real con lo impredecible del paisaje urbano, la vereda, su luz. Nos propusimos aceptar y abrazar el azar. La resultante es esta propuesta donde el público ya no mira una obra teatral, sino que imagina la vida como un relato poético. Imagina una ventana que permite respirar con el tiempo de la vida misma. Abraza la vitalidad de lo que sucede sin pretender fijarlo. En comunión con las personas que caminan afuera de la sala y el público, se construye un paisaje que es siempre un reflejo de nuestra humanidad.Imagina una ventana mira la vida que transcurre afuera y sin que sepamos cómo, la vida comienza a mirarnos a nosotros. Ya no estamos en el teatro, ya no vemos una obra: Compartimos nuestra imaginación como una forma de estar juntos.